El Rastro es uno de los lugares más castizos, emblemáticos y alegres de todo Madrid. Ha sido escenario de canciones, historias, leyendas y películas, además de importante punto de encuentro diurno de La Movida madrileña y estandarte de la mezcolanza que tanto caracteriza a Madrid. El Rastro es un lugar lleno de magia al que todo niño debería ir, al menos, una vez en su vida.
Llevar a los niños allí un domingo por la mañana, puede convertirse en una aventura muy divertida, especialmente apta para pequeños amantes de los tesoros y los descubrimientos. Pero también en una experiencia agotadora, debido a las empinadas cuestas por las que se extiende el mercado y por la multitud de personas que lo visitan. Planear la visita, levantarse temprano y armarse de paciencia serán factores muy importantes que nos ayudarán a acabar la jornada con un buen sabor de boca.
CHAMARILEROS, ANTIGÜEDADES Y TESOROS
El tronco principal que configura El Rastro es la calle Ribera de Curtidores, donde los puestos de venta ambulante ofrecen todo tipo de útiles más bien modernos. Las calles aledañas se extienden como ramas en las que, en lugar de puestos, los vendedores ofrecen sus disparatados objetos sobre mantas en el suelo, manteniendo el espíritu tradicional del mercado de pulgas que siempre ha sido El Rastro. En estas calles, además, las muchas tiendas de antigüedades de la zona sacan a las aceras sus espejos de pan de oro, sus mesillas del siglo XVII, sus jarrones cartujanos y sus cuadros del siglo XIX. Pasear por las calles de El Carnero, Carlos Arniches, Mira el Río Baja o Arganzuela, para encontrar algún tesoro escondido fascinará a los más pequeños, especialistas en encontrar belleza en esos objetos que bien podrían estar en la basura. No se puede dejar de visitar Galaxysaurio (Arganzuela, 14B <M> Puerta de Toledo), una tienda de compraventa de juguetes antiguos en la que más de uno vivirá un emocionante viaje al pasado. Especializados en los años 80 y 90, será imposible no encontrarnos con algunos de los muñecos con los que más jugamos en nuestra infancia, nuestros juegos de mesa favoritos o las imágenes de nuestras series de cabecera. Descubrirlos de nuevo junto a nuestros hijos se convertirá en una experiencia inolvidable.
DISCOS, REVISTAS, CÓMICS Y CROMOS
Bajando por las calles Mira el Río Baja, Carlos Arniches o Arganzuela llegamos en la plaza del Campillo del Mundo Nuevo, donde se concentran los puestos dedicados a las publicaciones y discos antiguos. Si tus pequeños son aficionados a los cómics, películas, discos o revistas, es fácil encontrar colecciones antiguas y divertidas por muy poco dinero. Además, esta plaza es conocida como ‘la plaza de los cromos‘ pues cada domingo por la mañana congrega a coleccionistas de todo tipo al ritmo del ‘sile-nole’. No hay mejor lugar para avanzar en una colección de cromos que esta plaza de misterioso y sugerente nombre.
A estas alturas, es conveniente hacer una pequeña parada para disfrutar de otro de los placeres de los domingos por la mañana: tomar un refresco con aceitunas o patatas fritas. Una de las esquinas más cómodas para llevar a cabo esta alegre costumbre junto a los más pequeños es El Var (esquina calle Mira el Río Baja con Plaza del Campillo del Mundo Nuevo <M> Puerta de Toledo), un lugar amplio con una buena oferta de pinchos. Ideal para compartir con los más pequeños esta práctica tan castiza.
LAS CUEVAS DE LAS MARAVILLAS
Además de mercado de pulgas, en el Rastro se encuentran las mejores tiendas de decoración vintage, anticuarios y almonedas de todo Madrid. Si bien es cierto que una tienda de este tipo puede que no sea el mejor lugar al que llevar a los más pequeños, las Galerías Piquer (Ribera de Curtidores, 29 <M> La Latina/Embajadores) sí lo son. Situadas en medio de la calle Ribera de Curtidores, estas particulares galerías se organizan en dos alturas en torno a un amplio y agradable patio y albergan más de sesenta tiendas. De todas ellas, la tienda Cele (locales 17, 18 y 19) destaca frente a las demás por las recias estatuas de mármol que se despliegan a las puertas de sus locales. Dioses románticos, animales salvajes, fuentes decimonónicas, mesas de jardín… todos ellos objetos capaces de hacer volar a lugares maravillosos la imaginación de un niño.
Precisamente enfrente de Las Galerías Piquer están las Nuevas Galerías (Ribera de Curtidores, 12 <M> La Latina/Puerta de Toledo), que comparten el mismo estilo que las primeras. Uno de sus locales más especiales es Sucesores de Cuenca, local que tiene la entrada en la misma Ribera de Curtidores y que recoge el espíritu de los grandes almacenes de muebles antiguos, sin ninguna pretensión de tienda fina de antigüedades. En Sucesores de Cuenca hay sillas colgadas en el techo, fotografías, discos, objetos personales… es como entrar al viejo almacén del pueblo en el que cualquier cosa puede aparecer. Un lugar ideal para mentes curiosas y aventureras.
CALLE DE LOS PINTORES
Y nada como terminar la visita por la improvisada sala de exposiciones en la que se convierte la calle San Cayetano los días de Rastro. Nuestro Montmartre, castizo y particular, conecta Ribera de Curtidores con la calle Embajadores. En esta ‘sobrenombrada’ calle de los Pintores, los vendedores exponen y venden sus obras sobre los adoquines, a veces de manera ordenada y otras caótica, pero cada domingo, logran convertir esta callejuela en un lugar lleno de color.
El mercado de El Rastro limita al oeste por la calle Embajadores, y al dar las dos o tres de la tarde, todo comienza a desvanecerse. Es buen momento para buscar un sitio donde comer y finalizar así la visita. El renovado Café Pavón (Embajadores, 9 <M> La Latina/Tirso de Molina), además de mantener la esencia de los bares de toda la vida, es realmente bonito, luminoso, amplio y agradable, su comida es sencilla y rica, lo que lo convierte en un sitio perfecto para grandes y pequeños. Subiendo hacia Cascorro, La China Mandarina (Plaza de Cascorro, 17 <M> La Latina) o Martina Cocina (Plaza de Cascorro, 11 <M> La Latina) también son buenas opciones para comer acompañados de niños. Ambos son lugares bonitos, con cartas fáciles y sabrosas y unos postres ante los que ningún menor de 99 años podrá resistirse. No se nos ocurre un punto final mejor para un domingo por la mañana rodeado de tesoros.
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