‘Espacio Kikiriki’, educación emocional para los más pequeños

Cuando tenemos hijos, una de nuestras mayores preocupaciones es saber que estarán bien. Esta cuestión puede convertirse en desasosiego e intranquilidad cuando tenemos que dejarles en manos y cuidados ajenos, sobre todo cuando el trabajo u otros menesteres nos obligan a separarnos de ellos durante largas horas. Si, además, somos de esos para los que la educación emocional y el respeto a los ritmos de la infancia son fundamentales, el listón a la hora de buscar un lugar donde dejar a nuestros retoños se coloca alto y el tema se convierte en un asunto vital y muy preocupante.

Esta preocupación, sumada a algunas malas experiencias con su hijo mayor, llevó a Carmen González, psicóloga con una evidente vocación e interés por la ayuda al desarrollo sano de los niños y las niñas, a unirse a Beatriz López, madre y publicista, para crear su propia escuela infantil. El nacimiento de Lola, la hija menor de Carmen, y Manuela, la mayor de Beatriz, fue el detonante que las puso, junto a sus respectivas parejas, manos a la obra para que en enero de 2015, el Espacio Kikiriki viera la luz.

Kikiriki es un lugar acogedor y tranquilo y con un ventanal enorme que da directamente al Palacio Real. Sacarle partido al espacio era fundamental para que su proyecto tuviera sentido, ya que, la idea pedagógica que defienden no se entiende si no está inmersa dentro de un espacio cuidado y en un entorno agradable; sus 200 luminosos metros cuadrados en medio del Madrid de los Austrias dan buena cuenta de ello.

El filósofo austriaco Rudolf Steiner, defendía así su idea de libertad: ‘ser libre es ser capaz de pensar los propios pensamientos; no los pensamientos meramente corporales o de la sociedad, sino los pensamientos generados por nuestro ser más interno y profundo, más original, más esencial y espiritual, nuestra individualidad’. Y son estas ideas las que les sirvieron a Carmen y a Beatriz como punto de partida para estructurar el sistema pedagógico que defienden en Kikiriki, centrado en fomentar el deseo innato de aprender de los niños y niñas, permitiéndoles que jueguen libremente y potenciando su capacidad de relacionarse y resolver conflictos mientras se les ayuda a desarrollar un autoestima sana, sin necesidad de intervenir constantemente para corregir su conducta.

En la escuelita Kikiriki –para bebés de 1 a 3 años– respetan los ritmos del desarrollo de los más pequeños. Según la propia Carmen, ‘a nadie se le ocurre pedirle a un bebé de tres meses que ande, y sin embargo, a nivel emocional frecuentemente exigimos a los niños que corran, forzando sus ritmos naturales sin ser conscientes de las consecuencias’, por eso, en su escuela apuestan por una metodología respetuosa tanto en el plano físico como en el psicológico, para ello, se basan en los últimos avances en neurociencia y neuroeducación.

Además de la escuelita, en Kikiriki hay una interesantísima oferta de talleres y conciertos, tanto entre semana como los fines de semana. Tienen un espacio de ludoteca y otro, sólo por las tardes, con una pequeña cafetería y tienda. Además, organizan cumpleaños y campamentos urbanos para vacaciones y días sin cole; el de este verano –que comienza con el pistoletazo de salida de las vacaciones y acaba el 31 de julio– estará inspirado en las siete artes: la pintura, la escultura, la arquitectura, la literatura, la danza, la música y el cine.

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